Recuerdo lo hermoso del Merrimac miró a mí en la infancia, el primer río cierto que he conocido, que se abrió ante mis ojos y se abría paso a través de mi corazón como un sueño hecho realidad, sus campanillas, sus rocas y sus rápidos, son mucho más fijado en mi memoria que nada sobre el mar.
Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.
Condenar el progreso en todo es olvidarse de los vergeles que ha hecho posible la desalinización del agua de mar, idealizarlo es olvidarse de Hiroshima.
El mar, por su naturaleza, estaría tranquilo y quieto si los vientos no lo revolvieran y turbaran. De la misma manera el pueblo estaría quieto y sería dócil si oradores y sediciosos no lo removiesen y agitasen.
Veo los peligros de la vida presente; peligro en el mar, peligro en la tierra y peligro en los falsos hermanos.