No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia cuando el corazón está sano.
La lectura es como el alimento; el provecho no está en proporción de lo que se come, sino de los que se digiere.
Me dicen que no soy una mujer de este siglo, al gustarme la lectura pausada, y yo insisto que los pesados son los libros frívolos.
Yo no bebo, no fumo, no escucho la radio, no me drogo, como poco. Yo diría que mis únicos vicios son El Quijote, La divina comedia y no incurrir en la lectura de Enrique Larreta ni de Benavente.