Frases de Stendhal

Tener el carácter firme es tener una larga y sólida experiencia de los desengaños y desgracias de la vida.

El indispensable, para que los demás nos soporten a gusto, participar hasta cierto punto en su pasiones.

El amor, según lo entiende el mundo, no es amor, es un egoísmo exaltado: es amarse uno en otro.

Si los hombres no fuéramos vanidosos, las mujeres nos lo harían ser.

Las gentes propensas a la melancolía son las mejores dotadas para el amor.

Los placeres del amor son siempre proporcionales a nuestros miedos.

El público es tan limitado, tan incapaz, que sólo ve aquello que se le enseña.

La diferencia de la infidelidad en los dos sexos es tan real que una mujer apasionada puede perdonar una infidelidad, cosa imposible para un hombre.

No veo más que una regla: ser claro. Procuro contar primero con verdad, segundo con claridad lo que pasa en un corazón.

Con las pasiones uno no se aburre jamás; sin ellas, se idiotiza.

La mojigatería es un tipo de avaricia, el peor de todos.

Sobre los rigores de la vida, la amistad es una cantina a cuenta de dulzura.

Querer es tener el valor de chocar con los obstáculos.

Toda mujer vulgar cree que basta exagerar el pudor para parecer distinguida.

En amor, cuando el dinero se comparte se aumenta el amor; cuando se da, se mata el amor.

El amor es la única mercancía que se paga con una moneda acuñada por uno mismo.

El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio.

El genio es él y sólo él quien encuentra gozo en su arte de ir a trabajar contra viento y marea.

El primer requisito para un historiador es tener la habilidad de no inventar.

Puede adquirirse todo en la sociedad, excepto el carácter.

Para gozar íntimamente y para amar se necesita soledad, mas para salir airoso se precisa vivir en el mundo.

El hombre que no ha amado apasionadamente ignora la mitad más bella de la vida.

La firmeza de la mujer que resiste su amor es la cosa más admirable que pueda darse en la tierra.

La gran mayoría de los hombres, especialmente en Francia, desean y poseen a sus mujeres, de la misma forma en que se podría poseer un hermoso caballo -como un lujo propio de un hombre joven.

La vanidad no puede ayudar a soportar lo que hace tan agudo el dolor de los celos.