Frases de Michel Eyquem de Montaigne

Incluso en el trono más alto, uno se sienta sobre sus propias posaderas.

Nunca se logra ningún beneficio sin perjudicar a otro.

Soledad: Un instante de plenitud.

Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás.

Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.

La curiosidad de conocer las cosas ha sido entregada a los hombres como un castigo.

La principal ocupación de mi vida consiste en pasarla lo mejor posible.

Mil rutas se apartan del fin elegido, pero hay una que llega a él.

A quienes me preguntan la razón de mis viajes les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco.

No existe el presente: Lo que así llamamos no es otra cosa que el punto de unión del futuro con el pasado.

Los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias actividades.

Las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara.

Si no acaba con la guerra, no es una victoria.

Rechazo toda violencia en la educación de un alma tierna que se adiestra para el honor y la libertad.

El bien público requiere que se traicione, que se mienta y que se masacre.

El que, estando enfadado, impone un castigo, no corrige, sino que se venga.

Las leyes mantienen su crédito no porque sean justas, sino porque son leyes.

La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo.

Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis.

Cien veces al día burlamos nuestros propios defectos censurándolos en los demás.

El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo.

La cobardía es la madre de la crueldad.

Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio.

Quien quisiera que el hombre no conociera el dolor, evitaría al mismo tiempo el conocimiento del placer y reduciría al mismo hombre a la nada.

No hay cosa de la que tenga tanto miedo como del miedo.