Las obras de arte nacen siempre de quien ha afrontado el peligro, de quien ha ido hasta el extremo de la experiencia, hasta el punto que ningún humano puede rebasar. Cuanto más se ve, más propia, más personal, más única se hace una vida.
Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre; estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas.
Después de todo, ¿qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses.
No desprecies el recuerdo del camino recorrido. Ello no retrasa vuestra carrera, sino que la dirige; el que olvida el punto de partida pierde fácilmente la meta.
No existe el presente: Lo que así llamamos no es otra cosa que el punto de unión del futuro con el pasado.
Los sentimientos de culpa son muy repetitivos, se repiten tanto en la mente humana que llega un punto en que te aburres de ellos.
El hombre más lento, que no pierde de vista el fin, va siempre más veloz que el que vaya sin perseguir un punto fijo.
Es indispensable, para que otros nos soporten a gusto, participar hasta cierto punto en sus pasiones.
En todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el placer pueda revivir y resistir.
La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén.
El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.