Sólo es libre aquello que existe por las necesidades de su propia naturaleza y cuyos actos se originan exclusivamente dentro de sí.
Si los hombres emplean su libertad de tal manera que renuncian a ésta, ¿puede considerárseles por ello menos esclavos? Si el pueblo elige por un plebiscito a un déspota para gobernarlo, ¿sigue siendo libre por el hecho de que el despotismo ha sido su propia obra?
Cuando al hombre se le pone como medida de todas las cosas, se le convierte en esclavo de su propia finitud.
O se aprende educación en la propia casa o el mundo la enseña con el látigo, y nos podemos hacer daño.
Los viajes sirven para conocer las costumbres de los distintos pueblos y para despojarse del prejuicio de que sólo es la propia patria se puede vivir de la manera a que uno está acostumbrado.
La perfección de la propia conducta estriba en mantener cada cual su dignidad sin perjudicar la libertad ajena.
El cristianismo es de tres formas. Una es el elemento generador de la religión como alegría propia de toda religión. Otra, la función mediadora como fe en la omnicapacidad de todo lo terreno para ser el vino y el pan de la vida eterna. Y es la fe en Cristo, su madre y los santos. Escojan la que quieran, escojan las tres, es lo mismo, serán cristianos y miembros de una comunidad única, eterna, indeciblemente feliz.
Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.
A la hora de la verdad, que es la de buscarse a sí mismo en lo objetivo, uno olvida todo y se dispone a no ser fiel más que a su propia sinceridad.
El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.