Soy un romántico empedernido. Es repugnante. Realmente lo es. He visto 'Mientras dormías', como, veinte veces, y todavía creo en todo príncipe azul.
El poder arbitrario constituye una tentación natural para un príncipe, como el vino o las mujeres para un hombre joven, o el soborno para un juez, o la avaricia para el viejo, o la vanidad para la mujer.
¿Puede haber algo más ridículo que la pretensión de que un hombre tenga derecho a matarme porque habita al otro lado del agua y su príncipe tiene una querella con el mío aunque yo no la tenga con él?.
Consentir que nos condecoren es reconocer al Estado o al principe el derecho de juzgarnos, ilustrarnos, etc.