Al entrar en sociedad deben cogerse las llaves del corazón y meterlas en el bolsillo; los que las dejan en su sitio son estúpidos.
Dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud; demasiada severidad, y demasiada dulzura.
Con tanto ardor deben los ciudadanos pelear por la defensa de las leyes, como por la de sus murallas, no siendo menos necesarias aquéllas que éstas para la conservación de una ciudad.
Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas.
Mercaderes e industriales no deben ser admitidos a la ciudanía, porque su género de vida es abyecto y contrario a la virtud.