El liberalismo no conoce ni el sometimiento, ni la anexión; ya que el liberalismo es indiferente al propio Estado, el problema del tamaño del Estado es también indiferente. El liberalismo no obliga a nadie a permanecer en contra de su voluntad dentro de la estructura estatal. El que quiera emigrar o vivir en una legislación específica no debe ser obligado. Cuando una porción de la población quiere dejar de pertenecer a una unidad, el liberalismo no le impedirá consumar tal fin. Colonias, ciudades o distritos que quieran ser independientes son libres de hacerlo. Una nación es una entidad orgánica y, como tal, no puede ser aumentada ni reducida por cambios en la formación de sus estados; el mundo en su conjunto no se ve afectado por esta nueva disposición.
El acto de la estampilla era un impuesto directo impuesto a las colonias por el rey Jorge III. Este acto llevó inevitablemente a la revolución americana. Al igual que la Ley del Timbre hizo en 1765, Obamacare debe actuar como una llamada de atención. Presidente del Tribunal Supremo Roberts nos da una llamada similar a la acción.
Convencidos de que la unión de las colonias a la metrópoli, depende infinitamente más al sentimiento moral y religiosa, de acuerdo político, o incluso una ventaja comercial, no puedo dejar de lamentar que no se hace más que inculcar en la mente de las personas.
Es necesario exponer la falsa propaganda de los imperialistas y de disipar completamente la ilusión de que los imperialistas renunciar a sus cargos en las colonias y los países dependientes con buena voluntad.
Aunque la prefabricación tiene una larga historia - los antiguos romanos enviados columnas pre-cortadas de piedra, frontones y otros elementos arquitectónicos de sus colonias en el norte de África, donde las piezas numeradas se vuelven a montar en los templos - la idea adquirió un nuevo impulso a los avances tecnológicos de la Revolución Industrial.