En un Estado totalitario la situación es, permanentemente y en todos los campos, la misma que en los demás países domina algunos ámbitos en tiempos de guerra. Se ocultará a la gente todo lo que pueda provocar dudas acerca de la competencia del Gobierno o crear descontento. Las bases de comparación desfavorable con las condiciones de otro lugar; el conocimiento de las posibles alternativas frente a la dirección efectivamente tomada; la información que pueda sugerir el fracaso del Gobierno en el cumplimiento de sus promesas o en aprovechar las oportunidades de mejorar la situación, todo se suprimirá. Por consecuencia, no habrá campo donde no se practique una intervención sistemática de la opinión y no se fuerce a una uniformidad de criterios.
Hablamos de sentimientos. Y sobre el sexo. Y sobre los cuerpos y su gratificación, violación, reparación, decoración, diferido, tal vez permanentemente diferido, la mortalidad. Los sentimientos son una cosa corporal, y el respeto de ellos se llama, es decir, la bondad.
Es en la admisión de la ignorancia y la admisión de la incertidumbre que existe una esperanza para el movimiento continuo de los seres humanos en una dirección que no consigue confinados, bloqueado permanentemente, como lo ha hecho tantas veces en diferentes períodos de la historia del hombre.