Si las obras de Jesús eran mucho más maravilloso que el hombre podía realizar como para merecer ser llamados milagros, ¿no es absurdo advertir a sus discípulos con tanta fuerza para no ser engañados por las obras de los demás?
¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino.